miércoles, 9 de agosto de 2017

LA TERCERA VIRGEN.

Hilvanar una trama coherente en la que no quede ni un solo cabo suelto parece el requisito fundamental en toda novela negra que aspire a tener algún peso. No hay que olvidar tampoco -y Vargas lo tiene muy presente- la originalidad, el sello personal, la necesidad de desprenderse de esos clichés que alguna vez demostraron su eficacia y ahora solo aburren. Este es el mayor mérito adjudicado generalmente a la autora y justo es reconocérselo, pero en literatura cualquier recurso, por muy bien que funcione, se vuelve inconsistente o tedioso cuando el autor se excede en su uso. Fred Vargas es conocida por su habilidad para poner en marcha un complejo entramado detectivesco con solo un par de pistas peregrinas, lo que evidencia su gran imaginación y su indiscutible personalidad literaria, pero también da lugar a que algunas tramas suyas parezcan más castillos en el aire que sólidas argumentaciones encaminadas a averiguar la autoría de un crimen. En esta novela, el hilo utilizado para que la investigación avance es un poco menos tenue que en otras, quizá no al principio, pero acaba quedando bastante afianzado a medida que progresa la acción.

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